En un pasado no muy lejano, compartí mi vida con alguien cuyo mundo giraba exclusivamente alrededor de su persona. Carecía de la habilidad para empatizar o comprender a aquellos que, en su perspectiva, solo eran valiosos por lo que podían ofrecer. Esta visión unilateral impedía la formación de lazos genuinos; su mirada interna y sus intereses personales eclipsaban cualquier posibilidad de vínculo.
Mi amor por ella era profundo y sincero, aunque marcado por la tristeza de reconocer la ausencia de reciprocidad y beneficio mutuo en nuestra unión. Así pronto terminé concluyendo en que la incapacidad para compartir y considerar al otro es una característica distintiva del narcisismo. Y la decisión de separarme fue inevitable, y el proceso de desapego, una odisea emocional que me sumió en una profunda melancolía.
En busca de sanación, retomé una vieja práctica enseñada por mi padre: caminar. Recorrí las calles de Río Gallegos, y con cada paso, fui dejando atrás aquel dolor. Meses de peregrinaje me llevaron a un despertar, a un renacer donde la luz comenzó a filtrarse por mis ojos.
Fue en una fría tarde otoñal, bajo el cielo plomizo, que mis pasos me condujeron por las calles Germán Vidal y Castelli, cerca de la laguna María La Gorda. Allí, los murales de una tal @_topaia capturaron mi atención. Aunque familiarizado con el arte, nunca había experimentado la revelación de esa tarde: el arte urbano también tiene el poder de evocar emociones comparables a las que sentimos al mirar a un ser amado.
El arte nos invita a explorar, a encontrar fragmentos de nuestra esencia en cada pincelada. Nos conecta con recuerdos, aromas, paisajes y melodías que forman parte de nuestra historia. Observar una obra de @_topaia no solo es un deleite visual, sino también un estímulo para el cerebro, que se activa en busca de conexiones, de respuestas, de reconocimiento.
El arte nos mueve, nos transforma, nos hace danzar al ritmo de nuestras propias ideas y emociones. Es un espejo en el que nos vemos reflejados, un diálogo silencioso pero elocuente con nuestra alma. Por eso, es esencial y nos permite sentir, recordar y, sobre todo, vivir. Porque cuando vemos arte nuestro cerebro se mueve como cuando nos enamoramos. Pero ésa es mí percepción y mí experiencia; y el propósito de esta columna es hablar del arte callejero de @_topaia.
Al igual que los enigmáticos murales de Banksy emergen en el viejo continente, Río Gallegos se engalana con las creaciones de esta artista, cuya paleta transforma el concreto de las paredes en lienzo, narrando historias de resistencia y esperanza. En cada esquina, la artista Sofía Videla -tal es su verdadero nombre- despliega su arte, tejiendo la urbe con psicodélicos hilos de colores y mensajes de empoderamiento.
Desde La Plata, donde perfecciona su técnica, hasta las calles de su natal Río Gallegos, @_topaia siempre regresa a infundir vida en muros desgastados. Sus pinceladas son diálogos visuales, invocando la reflexión sobre la belleza y el activismo. Sus personajes, inspirados en animaciones y juegos, son más que meras figuras; son emblemas de una lucha feminista orientados a la comunidad.
@_topaia, con su firma distintiva, no solo decora sino que dialoga, conectando con aquellos que encuentran en sus murales un espejo de sus propias aspiraciones. Cada obra es un acto de terapia colectiva, un agradecimiento pintado que resuena en el corazón de los barrios riogalleguenses.
Enfrentando la eterna disyuntiva entre arte y vandalismo, @_topaia elige la calle como su galería, desafiando percepciones y arriesgando encuentros con la autoridad. Pero su convicción es clara: el arte debe ser accesible, un puente entre la imaginación y la realidad tangible.
Así, cualquier calle de Río Gallegos se convierte en una insospechada galería de arte que captura a todo aquel que pasa eventualmente por ella, con obras que son ventanas a mundos alternativos, donde peces surcan cielos y la ría se vuelve un caleidoscopio. @_topaia, con cada trazo, redefine el paisaje urbano, invitando a todos a soñar despiertos.
Al final de este recorrido por las calles de Río Gallegos y el arte de @_topaia, es imposible no reflexionar sobre la cognición encarnada que sus murales suscitan. Cada trazo y color no solo es una experiencia estética, sino también una invitación a sentir y vivir el arte con todo nuestro ser. La cognición encarnada en su arte nos enseña que la belleza y el significado de una obra trascienden la mera observación; se convierten en parte de nosotros, moldeando nuestra percepción y emociones. En cada mural, @_topaia no solo nos muestra una imagen, sino que nos ofrece una experiencia completa, donde cuerpo y mente se unen en un diálogo con el entorno, permitiéndonos redescubrir y reafirmar nuestra conexión con el mundo y con nosotros mismos.
Cerrando este párrafo, es que me juro volver a buscar su arte, cada vez que el sufrimiento sentimental me oprima.
Por: Fernando Cabrera
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