El fenómeno de las minorías de derechas en Argentina que militan en causas que parecen contradecir sus propios intereses es complejo y multifacético.
Este asunto puede entenderse mejor al considerar varios factores históricos, sociales y políticos. Las derechas en Argentina no son homogéneas. Existen diferentes corrientes dentro de la derecha, desde el liberalismo económico hasta el nacionalismo conservador. Algunas de estas corrientes pueden apoyar ciertos derechos individuales, como los LGBTIQ+, mientras que otras pueden oponerse vehementemente.
En determinados casos, los partidos de derecha pueden respaldar ciertas causas para ampliar su base ideológica. Por ejemplo, bancar los derechos LGBTIQ+ puede ser una estrategia para atraer a votantes jóvenes y urbanos. Es innegable que las minorías dentro de la derecha siempre serán minoría y desde luego terminarán experimentando tensiones entre sus identidades personales y las políticas de los partidos a los que suscriben.
Porque se cae de maduro que, una persona LGBTIQ+ inserta en políticas económicas liberales tarde o temprano se hallará en una encrucijada viendo a su partido o líder político (llámese éste Javier Milei, o Claudio Vidal) enarbolando banderas conservadoras y cagándose en temas sociales. La sociedad argentina y en especial la santacruceña están en constante cambio, y las identidades políticas también evolucionan. Las celebraciones del Orgullo LGBTIQ+ y eventos como la Jornada de Diversidad en Río Gallegos reflejan un cambio hacia una mayor aceptación y visibilidad de la diversidad (¡Ponele!).
Hace poco murió el reconocido intelectual argentino, Juan José Sebreli. Además de ser un histórico luchador por las minorías LGTBQ, fue conocido también por su afición a la derecha. Sebreli, quien falleció el 1 de noviembre de 2024 a los 93 años, dejó un legado complejo y a menudo contradictorio, reflejando las tensiones inherentes en las identidades políticas y personales.
El extraño romance entre algunas minorías y facciones neonazis, más que una contradicción en sí parece una estrategia electoral. En fin, cualquier puto facho siempre termina siendo un extraño cachorro producto de la cruza de un caniche toy y un ovejero alemán que expone cual teatro shakespeariano la complejidad humana tendiente a pensar una cosa, sentir otra, y hacer otra completamente distinta.
Por @_fernandocabrera
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