Río Gallegos en los últimos días luce una triste y perturbadora escena: carteles pegados en diversos puntos de la ciudad, vandalizando la obra pública. Estos, que no solo aparecieron en postes frente al palacio municipal y en diagonal a la EPP N°1, sino también en los bancos de la Ría, llevan las inscripciones del grupo autodenominado "Pibes Libertarios". Ante esto, y uno no puede menos que preguntarse "¿Qué mensaje pretenden transmitir estos jóvenes y a qué costo?"
Es paradójico que quienes critican a la "casta" y a la "vieja política" recurran a métodos tan destructivos y retrógrados para expresar su descontento. Ensuciar y dañar el espacio público no solo refleja una falta de respeto hacia la comunidad, sino también una carencia de propuestas constructivas. El vandalismo no es una forma de protesta válida, es un acto de irresponsabilidad y desconsideración que socava el esfuerzo colectivo por mantener una ciudad limpia y ordenada.
La comunidad de Río Gallegos, harta de la agresión y la violencia política, se pregunta si estos actos vandálicos no deberían tener consecuencias. La resolución que prohíbe este tipo de acciones existe por una razón, y es hora de que se aplique rigurosamente. ¿Por qué no sancionar a estos jóvenes que, bajo la máscara de una lucha ideológica, solo buscan desatar caos y desorden?
La verdadera fortaleza de un movimiento se mide por su capacidad para generar cambios positivos y duraderos, no por su habilidad para destruir y causar molestias. Los "pibes libertarios" deben reflexionar sobre sus acciones y entender que el camino hacia una sociedad mejor no se pavimenta con actos delictivos, sino con compromiso, diálogo y trabajo conjunto.
Es crucial que las autoridades pertinentes tomen medidas para frenar estos actos y enviar un mensaje claro: el desorden y la agresión no serán tolerados. La ciudad de Río Gallegos merece más que esto. Merece ciudadanos comprometidos con el bien común, capaces de alzar la voz de manera constructiva y respetuosa.
Por @_fernandocabrera
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