El progresismo, que en sus inicios defendía los intereses de la mayoría y las identidades de las minorías, ha evolucionado. Ahora, representa a la mayoría desde una perspectiva económica y distributiva, y a las minorías desde sus identidades.
En este contexto, muchos jóvenes varones heterosexuales sienten que han pasado de ser los "reyes de la creación" a ser considerados material descartable, incluso etiquetados como "machos violadores". Este sentimiento de cancelación y desvalorización ha llevado a una rebelión, especialmente después de la cuarentena, en el ámbito digital.
En la actualidad, ser progresista, o "Progre", se ha vuelto un desafío considerable. "¿Qué ha cambiado?", se preguntará el querido lector de "Santa Cruz nuestro lugar". La respuesta radica en la aparición de una rebelión protagonizada por jóvenes varones heterosexuales. Este fenómeno no es exclusivo de Argentina, sino que se observa a nivel global, desde Corea del Sur hasta Estados Unidos, pasando por Europa y América Latina.
De esta manera surgen las tribus urbanas y los "incels" (célibes involuntarios), jóvenes que no reciben atención de las chicas y que hoy se conocen como "virgos". Estos grupos se rebelan contra lo que perciben como un mundo feminista y feminizado, viendo al feminismo como el enemigo. Influencers misóginos y violentos alimentan esta narrativa, encarnando un espíritu agresivo y reaccionario. Según el sociólogo Michael Kimmel, esta reacción puede entenderse como una "crisis de la masculinidad" en la que los hombres sienten que su identidad tradicional está siendo amenazada.
Lo novedoso de esta situación es que, por primera vez, una generación de jóvenes varones es más conservadora o reaccionaria que la anterior. Mientras que las pibas de veinte años son más progresistas o liberales que sus madres, los pibes son más conservadores y reaccionarios que sus padres. Este contraste generacional y de género plantea un desafío jodido para el progresismo contemporáneo, que debe encontrar nuevas formas de abordar y reconciliar estas tensiones contemporáneas. Precisamente, la socióloga Judith Butler sugiere que este bolonqui refleja una resistencia a los cambios en las normas de género y la distribución del poder en la sociedad.
A lo que podemos añadir que este fenómeno, como señala el filósofo Slavoj Žižek, no solo es una reacción contra el feminismo, sino también una respuesta a la incertidumbre económica y social que caracteriza a nuestra era. La combinación de estos factores ha creado un caldo de cultivo para esta rebelión, que pone en crisis las bases de la supremacía actual.
Por @_fernandocabrera
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