En la desolada y fría inmensidad de la Patagonia, una figura femenina se alzó como líder indiscutible de su pueblo: María La Grande, cacica tehuelche. Su historia, aunque poco conocida, es un testimonio de resistencia y liderazgo en tiempos de cambio y conflicto.
María La Grande, también conocida como María La Vieja o simplemente La Reina, nació a finales del siglo XVIII. Su influencia se extendió desde Punta Arenas hasta el Carmen de Patagones y el Río Negro. En una época en la que las potencias europeas buscaban explotar los recursos de la región, María supo negociar y establecer alianzas que beneficiaron a su comunidad.
Luis Vernet, primer gobernador de las Islas Malvinas, la conoció en 1823 en la Península Valdés. Admirado por su liderazgo, la apodó "La Grande" en referencia a la zarina rusa Catalina II. María no solo defendió su territorio con firmeza, sino que también estableció relaciones comerciales significativas con los europeos, intercambiando productos como carne, pieles y mantas por bienes valiosos como armas, tabaco y yerba mate.
Su habilidad para negociar y su carisma la convirtieron en una figura respetada tanto por su pueblo como por los extranjeros. En 1827, durante una expedición británica, el capitán Phillip Parker King quedó impresionado por su capacidad para liderar y mantener la paz entre los suyos. María era conocida por su generosidad, ofreciendo refugio a desertores y prófugos, y por su destreza como jinete y oradora.
La muerte de María La Grande en la década de 1840 fue un evento significativo para los pueblos originarios de la Patagonia. En su honor, se encendieron antorchas en toda la región, recordando su legado como una líder que supo defender y proteger a su gente.
Y hablando de "defender" y "proteger" al querido lector de "Santa Cruz nuestro lugar" seguramente le vendrá a la memoria un episodio de valía femenina acaecido en el contexto de la Patagonia Trágica: el de "Las putas de San Julián". En 1922, durante las brutales represiones de las huelgas obreras, cinco trabajadoras sexuales del prostíbulo "La Catalana" en Puerto San Julián se negaron a atender a los soldados que habían masacrado a los huelguistas. Al grito de "¡Fuera cabrones! Nosotras no nos acostamos con asesinos", estas mujeres enfrentaron a los represores, defendiendo la dignidad y los derechos de los trabajadores. Este acto de resistencia quedó inmortalizado como un símbolo de lucha y dignidad en la historia de la Patagonia.
La Patagonia, con su inmensa y desafiante geografía, ha sido escenario de innumerables historias de coraje y liderazgo femenino. Desde María La Grande hasta las valientes mujeres de San Julián, estas tierras parecen estar destinadas a ser gobernadas por mujeres. Su capacidad para liderar, negociar y proteger a sus comunidades demuestra que el espíritu de la Patagonia es, en esencia, femenino y resiliente.
Por @_fernandocabrera
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