La reciente decisión del presidente Javier Milei de retirar a Argentina del Pacto del Futuro 2045 y distanciarse de la ONU en cuestiones de cambio climático y otras regulaciones internacionales, marca un punto de inflexión en la política exterior del país. Desde las bases de la política internacional, esta dislocada medida puede ser analizada bajo varias perspectivas críticas.
En primer lugar, la decisión de Milei refleja un giro hacia el unilateralismo, alejándose de los compromisos que han caracterizado a la política exterior argentina en las últimas décadas. Este movimiento no solo nos aísla de la comunidad internacional, sino que también socava los esfuerzos globales para abordar problemas transnacionales que requieren una ineludible cooperación y coordinación. (Esto último, al margen de que el cambio climático pueda o no ser un viejo verso de manipulación).
El Pacto del Futuro 2045 busca reformar la arquitectura institucional de la ONU, profundizar los acuerdos de París sobre cambio climático, y establecer normas para la inteligencia artificial y la paz mundial. Sepa el querido lector de "Santa Cruz nuestro lugar" que al renunciar a todo esto, nuestro país no solo se retira de estos debates cruciales, sino que también pierde la oportunidad de influir en la gobernanza global y en la formulación de políticas que afectarán a futuras generaciones.
Es extraño que Milei, quien se alinea con valores de libertad económica y se muestra cercano a potencias del G7 como Estados Unidos, se posicione en contra a estos mismos países en el marco del diálogo global. Esta contradicción rayana a la histeria pone en duda la coherencia de su política exterior y su capacidad para mantener cualquier tipo de alianzas.
Mientras Milei se enfoca en rechazar la Agenda 2030 y el Pacto del Futuro, ahora mismo, provincias como Córdoba enfrentan crisis ambientales severas, con miles de hectáreas de bosques consumidos por incendios forestales. Esta desatención a problemas internos urgentes, en favor de una agenda ideológica, revela una desconexión preocupante entre las prioridades compulsivas del gobierno y las necesidades reales del país.
En nombre del sentido común, uno no puede no preguntarse si no es irónico que la mencionada provincia mediterránea, que fue clave para la elección presidencial de Milei, esté siendo desatendida en medio de una crisis ambiental.
En nombre de la estupidez histórica, uno no puede no recordar otros tristes antecedentes de desconexión global de otros líderes tales como Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, que también adoptó una postura unilateralista y escéptica hacia los organismos internacionales, retirando al Tío Sam del Acuerdo de París sobre el cambio climático y su crítica constante a la ONU y otros organismos multilaterales; o Jair Bolsonaro, el expresidente de Brasil, cuya administración fue criticada por su desmanejo de la crisis ambiental en la Amazonía y su desprecio hacia las políticas de cambio climático. Al igual que Milei, Bolsonaro adoptó una postura de confrontación con la comunidad internacional y priorizó una agenda económica liberal.
Y no quiero ni acordarme de Silvio Berlusconi, ex primer ministro italiano, también conocido por sus políticas controvertidas y su estilo de liderazgo polarizador. Aunque su contexto fue diferente, su tendencia a desafiar caprichosamente lo que sea bien puede recordarnos algunos aspectos de la impronta Mileista.
Por @_fernandocabrera
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