En la actualidad, la depresión, la ansiedad, y los pensamientos negativos son problemas comunes que se intensifican al interactuar en redes sociales. Un ejemplo típico es despertarse tarde, agarrar el celu y sentir que se ha desperdiciado la mañana e incluso la vida ¡Claro! Porque al abrir Instagram para distraerse, uno se encontró con la historia de un influencer que, mientras dormíamos, corrió una maratón en la ría, tuvo varias reuniones laborales por su exitoso emprendimiento, salvó a Ucrania de la guerra, recuperó la soberanía sobre Malvinas y, de paso, se hizo millonario.
Esto puede llevar a pensar: "Soy un leso, no hice nada en toda la mañana, ¿qué chucha hago con mi vida?".
Pero para el asombro del buen lector de "Santa Cruz nuestro lugar" comentaré a continuación que este fenómeno de comparación constante no es nuevo. En 1954, el psicólogo social León Festinger desarrolló la "teoría de la comparación social". Según ésta, las personas evalúan sus propias opiniones, capacidades y habilidades comparándolas con las de los demás. Festinger identificó que esta comparación puede ser con personas que consideramos superiores o inferiores en diversos aspectos. La autoevaluación es una función clave de esta comparación, y compararse con personas que percibimos como superiores puede dañar nuestra autoestima y autopercepción.
Sin embargo, no todas las comparaciones son perjudiciales. Otro investigador, Jerry Collins, también especializado en psicología social, realizó un experimento en 1990 sobre las consecuencias afectivas de compararse con otros. Collins descubrió que las comparaciones ascendentes (con personas que están en una posición superior) no siempre son negativas, a menos que se tengan dudas sobre uno mismo. Pero a este estudio lo realizó con parejas; y detectó que los matrimonios que se sentían mal al compararse con otros eran los que estaban insatisfechos con su relación o tenían incertidumbre sobre su futuro juntos.
Por lo tanto, es crucial identificar qué aspectos de la comparación nos afectan negativamente y trabajar en mejorar esos puntos para que la comparación nos motive en lugar de desanimarnos. La clave está en usar la comparación como una herramienta para el crecimiento personal y no como una fuente de autocrítica destructiva.
Para finalizar, el humilde redactor de esta columna promete fervientemente intentar aplicar este enfoque en su vida diaria; y, asimismo, bajar sus niveles de excelencia deportiva para que Lionel Messi, al levantarse cada mañana, no se sienta una cagada.
Por @_fernandocabrera
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