Llego a la casa de Fernando Desmonts en una tarde fría, donde el viento anuncia la inminente llegada del otoño. Fernando, con su sonrisa cálida, me recibe al igual que siempre, como si cada encuentro fuera una celebración de la vida misma.
En su hogar, cada objeto cuenta una historia, cada libro en su modesta estantería es un universo por descubrir, y cada nota musical que se escapa de su guitarra llena de calcomanías, una invitación a explorar mundos desconocidos. Fernando, el actor, el escritor, el músico, pero sobre todo, el conductor radial, ha dejado una huella imborrable en el corazón de la cultura local con más de dos décadas de trayectoria en emisoras como la "Z", FM Abril y ahora en Alquimia Rock, donde su voz vuelve a dar vida a su legendario programa "El estado terminal".
Nuestra amistad, forjada a lo largo de los años, se ha cimentado en conversaciones trascendentales como la vibración energética y la física cuántica según las cuales todo en el universo, incluidos nosotros, está compuesto de energía vibratoria en distintas frecuencias. Asimismo, solemos discutir cómo esta energía puede influir en nuestra existencia, cómo puede elevarnos o sumirnos, y cómo, en última instancia, somos los arquitectos de nuestra propia resonancia en este vasto cosmos.
La tarde avanza y, entre sorbo y sorbo de mate, me encuentro en la cocina comedor de la casa de Fernando, el lugar que he seleccionado para capturar el audio de nuestra entrevista con la mejor acústica posible. A pesar de su inicial reluctancia, evidenciada al encender un cigarro y confesarme su aversión a los reportajes, Fernando accede a comenzar.
Con la grabadora de mí celular en marcha, Fernando se sumerge en el relato de su pasión por la radio, un elemento constante y destacado en su carrera profesional. Me cuenta cómo, impulsado por un repentino anhelo de estar detrás del micrófono, dejó un empleo anterior que lo hacía infeliz para embarcarse en una emisora que resonara con su visión disruptiva de la vida.
Rememora el año 2000, cuando su camino se cruzó con el de Rafi Castillo, y juntos insuflaron vida a Radio Rock en la emisora Z. Su colaboración con Gustavo López más adelante daría origen al programa "La Rabia del Perro", marcando otro hito en su trayectoria.
Con el paso del tiempo, Fernando optó por dividir responsabilidades con Rafi, asumiendo las noches de jueves a domingo, y posteriormente de miércoles a sábado, con su programa "El Purgatorio". Este espacio nocturno se convertiría en su distintivo en la escena radial.
Fernando recuerda con nostalgia aquellos días. "En esa época, la FM Z se distinguía por ser la única emisora de rock, llenando un vacío en la escena radial", me dice. Así, a través de sus palabras, pinta un cuadro vívido de su viaje a través de las ondas, dejando entrever la esencia de un hombre cuya vida se entrelaza con la historia del rock en la radio.
Después de haberse ido a vivir una temporada en Caleta Olivia, Fernando regresó a Río Gallegos y, a través de FM Z, dio vida a "Mamá Está Loca". Aunque su duración fue corta, el programa marcó un hito en su carrera.
La radio es para Fernando tan esencial como el aire que respira. Tras un paréntesis en La Z, se une a FM Abril y lanza "La envergadura del Cosmos". Y, años más tarde, inicia "El estado terminal", un programa que, a pesar de los cambios de emisora y formato, conserva su nombre original, reflejando la identidad de su creador.
Incluso con el cierre de FM Abril en 2017, Fernando no cesa en su búsqueda de un espacio que vibre al unísono con su espíritu libre y auténtico. En Alquimia Rock, aunque su programa pueda sonar caótico al principio, hay una estructura meticulosa detrás de él, con un comienzo, desarrollo y desenlace claros.
Centrado en la condición humana, Fernando teje historias de alegría y rebeldía, utilizando la literatura y la música como puentes hacia estos mundos. En una era dominada por la rapidez y la hiperconexión, se mantiene firme en su lealtad a la radio tradicional, invitando a los oyentes a sumergirse en una experiencia auditiva más profunda y significativa. Para Fernando, la radio es un arte que demanda paciencia y atención, una filosofía que sostiene con convicción, incluso frente a la vorágine digital actual.
Hacer radio en la vorágine actual
Fernando Desmonts ha sabido adaptarse a la era digital, subiendo contenido a plataformas como YouTube y Spotify. A pesar de ser consciente de las restricciones que imponen los derechos de autor, encuentra en estos medios digitales una ventana para atraer a nuevos oyentes hacia la experiencia integral de la radio.
Reflexionando sobre su trayectoria artística, Fernando evoca sus comienzos en la actuación y la música, subrayando el impacto que tuvo la guitarra en su vida desde los dieciocho años. La música y el teatro han actuado como catalizadores, motivándolo a comunicar y expresar sus ideas y sentimientos a través de diversas expresiones artísticas.
Para él, la radio trasciende el mero acto de emitir sonidos al aire; e implica tener un mensaje significativo que compartir, por lo que admite que durante siete años sintió que carecía de algo crucial que decir, pero al revisionar sus antiguos programas, redescubrió la chispa de conectar, otra vez, con su público.
En su programa actual, Fernando se esfuerza por ofrecer contenido que resuene con su audiencia, trascendiendo las barreras temporales y las presiones comerciales, y preservando así la esencia de la radio como un arte comunicativo.
En la era actual, hacer radio implica navegar en un mar de contenido digital, donde Fernando Desmonts, con su experiencia en teatro, reflexiona sobre el consumo cultural en tiempos de streaming. Valora aquellos contenidos que encienden la curiosidad y expanden el conocimiento. La radio, su fiel compañera, le brinda no solo melodías sino también espacio para reflexionar sobre la humanidad y explorar teorías alternativas.
Fernando no se conforma con lo convencional; su inquietud comunicativa lo impulsa a cuestionar lo establecido y a buscar una comprensión más amplia de la historia y la realidad. En un mundo saturado de información, advierte sobre la prevalencia de las noticias falsas, diferenciando claramente entre opiniones personales y fake news fabricadas con agendas ocultas.
A pesar de sus convicciones, Desmonts subraya que su rol en la radio es compartir su perspectiva personal, sin imponerla. Frente al futuro de la radio, no anticipa un final, sino una evolución necesaria. Al comparar la radio con los libros en la era de los ebooks, argumenta que ambos deben evolucionar sin perder su esencia. "La radio, como el libro, seguirá siendo relevante mientras sepa renovarse y satisfacer las necesidades cambiantes de su audiencia", afirma con seguridad.
Tras una entrevista de cuarenta minutos, llena de anécdotas y alguna que otra broma dirigida hacia mí, la conversación llega a su fin. Aunque mí trabajo ha concluido, la charla con Fernando se extiende off the records, hasta que la necesidad de redactar este artículo me llama de vuelta a casa. Nos despedimos y, al salir a la calle, con una brisa otoñal me llega la notificación de un mensaje de WhatsApp. Es mi compañera, otra rara avis de la estepa:
"¿Nunca te pusiste a pensar en el término frecuencia modulada?" -Me escribe, como adivinando lo que me ocurre en ese preciso instante-. "Recién se me cruzó por la cabeza, no sé porqué, y se me dió por analizarlo" -agrega.
Antes de contestarle, se me hace imposible no reparar en lo clarificadora que es su pregunta para entender aun más a mi entrevistado.
Antes de contestarle, me pregunto si alguien más, al igual que yo, verá a Fernando Desmonts como un oscilador cuántico que proyecta ondulaciones de contenidos subversivos a través de espectros altamente resonantes para generar patrones de interferencia únicos, accesibles sólo para aquellos diapasones humanos, receptores dotados de la capacidad de vibrar y ajustarse en consonancia con la intrincada naturaleza del universo.
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