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"El Zorro" en las Islas Malvinas

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 3 abr
  • 2 Min. de lectura

Había algo en esa capa negra y en la destreza con la que manejaba el sable que me atrapaba. Cada tarde, cuando la tele empezaba a chisporrotear con la señal del viejo canal de aire, me escabullía del repaso de las tablas de multiplicar y me acomodaba en el piso, hipnotizado por la silueta de El Zorro cortando la pantalla. Sabía que mi viejo podía caer en cualquier momento y descubrirme en falta. Pero nunca lo hizo con enojo.

Más de una vez me pescó in fraganti, con el cuaderno Gloria abierto al costado como si eso fuera a despistarlo. En lugar de retarme, se sentaba a mi lado y, mientras el héroe del antifaz negro dibujaba su inconfundible "Z" sobre los villanos, mi viejo me contaba la historia de Guy Williams. "¿Sabías que este tipo quiso ir a Malvinas?" me decía con ese tono de conspiración que le ponía a las anécdotas que valían la pena. Y este niño de entonces 7 años que de Malvinas sabía poco más que la marcha aprendida en la escuela y que los ingleses nos las habían birlado, se quedaba mudo, dejando que la idea germinara en su cabeza.


"¡Sí, Perro! (Así me llamaba cariñosamente). Se quería anotar para pelear por nosotros. Un yanqui, un actor de Hollywood, pero que amaba Argentina como si hubiera nacido acá." Y en ese instante, El Zorro dejaba de ser solo un personaje de la tele y se volvía nuestro. Un héroe criollo, aunque hablara en un doblaje neutro y blandiendo una espada más de mosquetero que de gaucho. Con los años, supe que su amor por el país lo llevó a quedarse a vivir en Buenos Aires, donde pasó sus últimos días.


Desde entonces, cada vez que aparecía Guy Williams en la pantalla, ya no lo veía igual. Su figura se mezclaba con la de aquellos soldados que en las fotos viejas se abrigaban con frazadas en las islas, con el viento golpeándoles la cara y el orgullo endureciéndoles la mirada. No sé si alguna vez fue real su intención de pelear, pero para mí, que en ese entonces tenía la cabeza llena de espadas, caballos y hazañas, bastaba con que mi viejo lo dijera para que fuera cierto.


Hoy, cada vez que me cruzo con una repetición de El Zorro en la tele, me emociono como cuando era pendejo.


Y esto tiene un por qué: resulta que llegado el 2020, tres años después de que mi viejo muriera, vi en el noticiero algo que me voló el cráneo. En la plaza de San Andrés de Giles, un grupo de veteranos de Malvinas había colocado una placa en honor a Guy Williams, agradeciéndole el haber querido enrolarse voluntariamente para pelear por nuestra soberanía sobre las islas ¡Me quedé helado! ¡Mí viejo no mentía! De pronto la historia que tantas veces me contó se cristalizó ante mí para dejarme un fuerte nudo en la garganta.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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