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"El cuento de la criada": Un vaticinio de la reacción contra el movimiento woke

Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro LugarSanta Cruz Nuestro Lugar

La novela "El cuento de la criada", publicada por Margaret Atwood en 1985, ha cobrado renovada relevancia en tiempos recientes. Más allá de su impacto cultural, la obra parece anticipar con inquietante precisión los argumentos de ciertos sectores políticos que critican lo que denominan "agenda woke". Este término, inicialmente asociado a la conciencia sobre desigualdades y derechos, ha sido adoptado por algunos actores para oponerse a cambios sociales progresistas.

Atwood plantea un escenario distópico en el que un régimen autoritario, sustentado en el fundamentalismo religioso, transforma los avances sociales en tabúes. En Gilead, las libertades individuales y la igualdad son desmanteladas bajo el pretexto de restablecer un orden tradicional. Aunque ficticia, esta narrativa resuena con los discursos actuales que, bajo banderas conservadoras, rechazan el feminismo, la diversidad sexual y el multiculturalismo.

La obra refleja cómo los movimientos reaccionarios se nutren del miedo a lo desconocido y de la idealización de un pasado supuestamente idílico. Estos paralelismos no son casuales. En la novela, la justificación del autoritarismo utiliza como base la preservación de la moral y los "valores auténticos". En la vida real, los críticos de lo woke emplean una retórica similar para deslegitimar causas que promueven inclusión y justicia social.


Lo más perturbador es que "El cuento de la criada" no es un texto fantástico, sino una advertencia construida a partir de hechos históricos y patrones recurrentes. La autora misma ha señalado que no inventó nada: cada atrocidad o restricción descrita tiene un precedente en la historia de la humanidad.


El resurgimiento de estas ideas demuestra que el enfrentamiento entre tradición y progreso está lejos de resolverse. La novela, escrita hace casi cuatro décadas, se mantiene vigente como una muestra de lo frágiles que son los derechos cuando se enfrentan a corrientes ideológicas que priorizan el control sobre la libertad. En este sentido, Atwood no solo narró una historia, sino que ofreció un espejo que sigue reflejando tensiones sociales actuales.


Así, mientras la lucha entre lo conservador y lo progresista se intensifica, "El cuento de la criada" se erige como un faro que ilumina los peligros de retroceder ante los avances sociales. Quizás su mensaje más importante sea este: ningún derecho, por arraigado que parezca, está completamente a salvo.


Por si el lector de "Santa Cruz nuestro lugar" desconoce esta obra literaria, le comento que en "El cuento de la criada", Margaret Atwood describe una sociedad distópica llamada Gilead, donde un régimen teocrático y autoritario controla todos los aspectos de la vida. Las mujeres son despojadas de sus derechos y clasificadas según su utilidad, con las "criadas" forzadas a procrear en un mundo marcado por la infertilidad. La novela es una advertencia sobre cómo el miedo y la manipulación del discurso pueden erosionar libertades y justificar sistemas opresivos.

En este sentido, Trump en su discurso más reciente al asumir por segunda vez el liderazgo de los Estados Unidos, presentó un mensaje que reforzaba una narrativa de orden y recuperación frente a lo que describió como "los excesos del globalismo progresista". Su retórica se centró en restaurar "los valores fundamentales de Occidente" y en rechazar las agendas woke, las cuales asoció con la decadencia cultural y económica. Este discurso apeló a una supuesta pérdida de identidad nacional, priorizando un retorno a principios tradicionales sobre los avances sociales recientes.


Por su parte, Javier Milei, en el Foro Económico Mundial en Davos, no sé quedó atrás y lanzó una dura crítica contra el "socialismo cultural" y las iniciativas progresistas globales, como las políticas de género, ambientales y de justicia social. Abogó por un modelo que privilegia el individualismo y rechaza lo que percibe como imposiciones colectivistas. Su discurso, como el de Trump, adopta una postura de confrontación hacia las transformaciones sociales, sugiriendo que estas representan una amenaza para las libertades económicas y personales.


Ambos discursos comparten con "El cuento de la criada" una narrativa que utiliza la nostalgia por un pasado idealizado como herramienta política. En Gilead, el miedo a la infertilidad y al caos social es manipulado para justificar la eliminación de derechos y el establecimiento de un régimen represivo. De manera similar, tanto Trump como Milei apelan al temor hacia los cambios culturales y sociales, posicionándose como restauradores de un "orden natural".


En la novela, la instauración de Gilead no ocurre de manera inmediata; es un proceso gradual que comienza con la demonización de ciertos valores progresistas y la exaltación de la tradición. Esto concuerda con los discursos de Trump y Milei, que construyen un relato donde las agendas inclusivas y de justicia social son vistas como amenazas que deben ser erradicadas para garantizar la estabilidad.


Atwood en 1985 advirtió sobre el peligro de líderes que explotan el miedo y la nostalgia para desmantelar derechos. Hoy, en 2025, los discursos de Trump y Milei muestran cómo esa estrategia sigue vigente, consolidando una narrativa que busca frenar el progreso en nombre de la tradición.

Por @_fernandocabrera


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