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Foto del escritorSanta Cruz Nuestro Lugar

El Balcón de Roca: Símbolo de que la historia no fue como te la contaron

En 1899, el presidente Julio Argentino Roca tenía planeado dar un discurso desde el famoso balcón del antiguo edificio del correo en Río Gallegos. Pero, como suele pasar en esta ciudad, el clima no cooperó. Con viento y lluvia, Roca decidió cambiar los planes y, en lugar de discursear desde el balcón, invitó a todos a entrar al salón del correo para escuchar su discurso.

Aunque no habló desde el balcón, los documentos de la época han mantenido viva la imagen de Roca dirigiéndose a los galleguenses desde allí, garantizando la instalación del telégrafo, una promesa que cumplió a tiempo (al igual sus acciones de exterminio de los pueblos originarios). Este episodio muestra cómo las historias pueden embellecerse con el tiempo, creando símbolos duraderos en la memoria colectiva.

Además, este evento es un ejemplo perfecto de cómo la historia y la realidad a veces toman caminos diferentes, pero ambos contribuyen a la colorida narrativa de nuestra ciudad. Porque, seamos honestos, ¿Quién no se ha fumado alguna vez la encorsetada historia sobre el famoso balcón de Roca, ubicado hoy sobre calle Piedra Buena al 60?


Pero ahora sabemos que, aunque no se usó como se planeó, sigue siendo un ícono de la visita presidencial cargado de significados en el inconsciente colectivo de Santa Cruz; ya que al fin y al cabo es un pedazo del primer edificio de Gobierno del Territorio construido por Ivón Noya en el año 1889 en la esquina de las calles Piedra Buena y Alcorta que luego fue oficina de correos y telégrafos hasta su desarme en 1935 por presentar problemas estructurales, y al día de hoy puede representar la dualidad entre la promesa y la realidad, encapsulando la idea de lo que podría haber sido pero nunca llegó a ser.


Es decir: en el imaginario popular, el balcón de Roca encripta las aspiraciones y expectativas no cumplidas, reflejando una narrativa recurrente en la historia de la región: la espera de promesas que se desvanecen con el tiempo. Este monumento, por lo tanto, no solo es un recordatorio de un evento histórico, sino también un espejo de las esperanzas y desilusiones de la comunidad, un lugar donde se proyectan los sueños y las realidades de una sociedad en constante búsqueda de su identidad y progreso.


Así como no nos importa si el Sargento Cabral existió o es acaso un flasheo de historiadores; tampoco nos cambia el panorama si el Presidente Roca usó o no ese balcón.

Por @_fernandocabrera


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