Crece el robo de bicicletas en Río Gallegos
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 6 abr
- 3 Min. de lectura
En nuestra ciudad capital, cada vez más ciclistas se convierten en víctimas de una modalidad de robo que no solo preocupa por su frecuencia, sino por lo que revela: el robo de bicicletas no es solo un acto aislado, sino parte de una red creciente donde el objetivo no es quedarse con el vehículo completo, sino desarmarlo y venderlo por partes.

Cuadro, ruedas, frenos, manubrios y hasta los cambios: todo se comercializa en el circuito informal. En puntos de venta online, es posible encontrar piezas a precios llamativamente bajos. Nadie pregunta el origen. Nadie responde. La bicicleta, que para muchos es su medio de trabajo o transporte diario, se transforma en un rompecabezas desarmado, repartido entre múltiples compradores que, quizás sin saberlo, alimentan el ciclo delictivo.
Y lo más alarmante: los robos no ocurren solo en la vía pública. También suceden en los lugares de trabajo, en patios y hasta dentro de los hogares de los riogalleguenses. La inseguridad avanza sobre espacios que antes se creían seguros, haciendo que ya no alcance con candados ni rejas. El botín es demasiado tentador, y la impunidad, demasiado frecuente.
Sabe bien el lector de "Santa Cruz nuestro lugar" que en esta columna no tendemos a justificar ni a mezclar una cosa con otra; pero es inevitable observar que esta modalidad crece al ritmo de la crisis económica. La inflación, la falta de empleo y la desesperación empujan a algunos hacia el delito, mientras que la ausencia de controles efectivos y la complicidad de ciertos compradores mantienen viva la rueda. La bici, que para muchos es su única herramienta para llegar al trabajo o repartir pedidos, se vuelve un botín fácil y rentable.
En paralelo, otro síntoma de estos tiempos se vuelve cada vez más visible: quienes aún tenemos bici podemos pedalear hasta un punto extremo de la ciudad y atestiguar el crecimiento de números de personas que recolectan en el vaciadero municipal como si fuese un supermercado. Algunos ya lo llaman en forma irónica "La Anónima". Entre montañas de basura buscan cables, metales, plásticos, algo que pueda canjearse por dinero o por comida. La postal duele. En ese punto de la ciudad se ve a quienes ya ni siquiera tienen bicicleta para que se la roben.
Para contrarrestar esta modalidad delictiva, en varias provincias argentinas, se han implementado medidas exitosas, combinando tecnología, prevención y participación ciudadana. En Mendoza, San Luis y CABA, por ejemplo, se crearon registros obligatorios de bicicletas, donde cada rodado se inscribe con número de cuadro, marca, foto y datos del propietario. Esta base de datos no solo facilita la recuperación de bicicletas robadas, sino que también desalienta la reventa ilegal.
En Córdoba y Buenos Aires, además, se intensificaron los controles en ferias populares y plataformas online, secuestrando partes y rodados sin documentación que acredite su origen.
Otras ciudades apostaron por la prevención y la concientización. En Rosario se instalaron bicicleteros seguros y estaciones con cámaras, mientras que en Neuquén y CABA se lanzaron campañas para alertar a los compradores sobre los riesgos de adquirir bicicletas robadas, con consignas como “si es muy barato y no tiene papeles, es robado”. Santa Fe, por su parte, promovió mesas de trabajo entre ciclistas, bicicleterías y autoridades para generar redes de alerta temprana y buenas prácticas de seguridad.
Estas experiencias muestran que, con decisión política y articulación comunitaria, es posible "ponerle freno" a este delito.
Por @_fernandocabrera
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